viernes, 3 de agosto de 2012

Economía ecológica: una nueva visión de desarrollo

¿Cómo conciliar los términos ecología y economía? ¿Cómo analizar esta conexión, esta liga que existe entre el estudio de la ecología y los ecosistemas, con la calidad de vida y la economía


La economía ecológica, explica el Dr. Roberto Enríquez, surge como una crítica al esquema económico convencional, un esquema que genera modelos de crecimiento económicos desligados: como si la ecología sucediera sin que hubiera humanos, y como si los humanos hicieran cosas sin que tuvieran que atenerse a los límites físicos que imponen los sistemas; es decir, a las leyes de la física que todos conocemos, particularmente la que establece que nada se crea ni se destruye, tan sólo se transforma. Esto es: en los modelos económicos convencionales, los mercados hacen que todo funcione, y son ellos los que satisfacen las necesidades de los seres humanos sin ningún tipo de límites, ni siquiera los establecidos por las leyes físicas de los ecosistemas.


A nivel básico, la economía no sólo estudia el dinero, los negocios o las finanzas, sino que, como ciencia, abarca la calidad de vida. En este punto, ¿cuáles son las condicionantes de la calidad de vida de las personas? Esto es algo central en nuestras vidas. Si hasta la persona más rica del mundo necesita algo más, entonces ¿cómo vamos a administrar la escasez?

Como individuos y como sociedades, todos tenemos necesidades y aspiraciones prácticamente ilimitadas, porque cada persona siempre va a querer algo más de lo que tiene. Para obtenerlas, aún las cosas que consideramos básicas para la vida, como comer o amar, se pueden identificar tres elementos indispensables: energía, materia y tiempo, que son finitos y escasos.
La palabra administrar surge de este dilema: al tener recursos que son escasos, tengo que administrarlos, y ese es un problema que se presenta en los ecosistemas y en todos los seres vivos; no compete únicamente al ser humano, pero hay una diferencia crucial: las decisiones que tomamos nosotros no son instintivas totalmente, ni basadas en cuestiones aleatorias, son supuestamente racionales. Somos el único ser conocido capaz de enfrentar este problema de escasez de una manera “racional”. Eso es lo que estudia la economía.

¿Cuáles son las consecuencias, en cuanto a calidad de vida, al decidir de una o de otra manera sobre los recursos? Y aquí ya empezamos a ver una conexión con la física. Dado que estamos hablando de materia y energía, tiene que estar regido por las mismas leyes físicas que regulan todo lo demás.
Roberto Enríquez explicó que desde sus orígenes, ambas disciplinas están conectadas. Cronológicamente, su desarrollo se da casi al mismo tiempo: hace unos 250 años, en el siglo XVII, teniendo por un lado a Adam Smith como el “padre” de la economía, y a Ernest Heckel en la ecología.
Ambas están plenamente ligadas conceptualmente, tanto, que Heckel se refería a la ecología como la economía de la naturaleza, y los primeros economistas estaban conscientes de la interrelación que existe entre las dos disciplinas. Desafortunadamente esto se perdió después, producto de la revolución industrial. La tecnología permitió, al menos por un tiempo (y eso está aún en discusión), que la economía pudiera avanzar con la misma base de recursos, permitiendo mayor eficiencia -el progreso tecnológico-, y la sustitución de materiales que se iban haciendo escasos.
Pero la economía ha demostrado que es circular. Partió de una situación en la que ecónomos y ecólogos estaban conscientes de la interconexión que existe entre ambas, luego esto se perdió, y ahora se vuelve al punto de partida, dándonos cuenta que a fin de cuentas sí tenían razón los que empezaron con esto. Una muestra es lo que estamos viviendo con el cambio climático, un ejemplo de que lo que hacemos en economía impacta los ecosistemas y eso rebota en nuestra calidad de vida.
Este caso involucra el ciclo del carbono. Estamos usando y modificando este elemento, cambiándolo de lugar y forma -recordemos que no puede crearse ni destruirse-, y lo estamos haciendo más rápido de lo que los ecosistemas pueden restituirlo. Y ahí viene el problema.
Para tratar de entender el papel que puede jugar la tecnología en esto y cuáles son los límites que impone el medio ambiente, el Dr. Enríquez agrupó en dos las corrientes de pensamiento: los tecnocentristas, que piensan que no nos debemos preocupar tanto por el cambio climático (u otro tema) ni por conservar, sino más bien por estar preparados. Ellos se abocarían más a la mitigación. Y los ecocentristas, que sostienen que el medio ambiente y las cosas artificiales no son sustituibles, sino complementarias. Para pescar requieres peces y barcos. Si no tienes peces, aunque le metas los barcos que quieras no va a haber pesca. Esta es la visión de los economistas ecológicos.
La economía ecológica es una ciencia transdisciplinaria. En ella pones a un biólogo, un ecónomo y un físico, planteas un problema y buscas llegar a una solución. Parte de diferentes disciplinas que ya se mezclaron para generar una disciplina nueva. Lo que se busca es entender la interdependencia de la calidad de vida con el entorno biogeofísico que lo rodea.
A pesar de que vivimos en un universo infinito, no tenemos a nuestra disposición energía infinita ni recursos infinitos, porque vivimos en una región finita: la exosfera, que es un sistema semicerrado, donde se intercambia energía (entra luz solar y sale calor y luz) pero no materia. El primer problema es que toda la materia que usamos tiene que venir del mismo sistema, lo que los economistas conocen como un balance de materiales. Aquí los procesos de reciclamiento son muy importantes. Pero eso no resuelve el problema, si no, usaríamos los materiales una y otra vez. Entonces la calidad, específicamente el grado o el nivel antrópico que tienen las cosas, es importante.
En un sistema normal donde no hay vida, las cosas tienden a disiparse. Para evitar eso necesitamos una fuerza que se oponga, y eso es lo que hacen los seres vivos. Pensemos en la Tierra (o la exosfera) como una nave espacial, con todos sus sistemas contenidos. Lo único que puede entrar o salir es energía. Tiene los sistemas de aire y de agua bien establecidos. Las plantas transforman la energía del sol y crean una materia distinta a la que existe en el resto del universo, la materia orgánica. Su característica más importante es que está unida a través de unos enlaces que tienen un alto contenido de energía. Todos los seres que no son autótrofos dependen de las plantas y usan esa energía para crecer, para reproducirse (transmitir información genética). Los ecosistemas se han organizado de tal manera que existen los ciclos biogeoquímicos para reciclar cosas: esto es, para usar una sustancia y cambiarla de lugar y de forma. Si abrimos una cabina para introducir a los astronautas, que son los seres humanos, empezarán los problemas, porque requieren materia y energía de alta calidad que ha sido generada por las plantas y por los ecosistemas.

Este ejemplo permite entender la naturaleza del problema del petróleo: plantas y animales que vivieron hace millones de años y capturaron energía, la cual quedó concentrada en estas baterías que son de materia orgánica. Luego, por procesos geológicos, se cubren de sedimentos, se aplastan, intervienen bacterias y procesos físicos, químicos y biológicos, y se convierten en petróleo, que es energía almacenada. Sacamos este petróleo, lo refinamos, lo metemos a un motor, lo quemamos, generamos trabajo (para mover el automóvil), parte de la energía se pierde en forma de calor y la materia pasa de moléculas grandes a pequeñas que enviamos a la atmósfera y nos generan un problema, porque estas emisiones exceden la capacidad del sistema natural para procesarlas.
Actualmente hay dos maneras de resolver esto: o encontramos una tecnología que nos resuelva el problema, o nos ajustamos al protocolo de Kyoto para mantener las emisiones por abajo del límite que el sistema es capaz de enfrentar. O una combinación de ambas.
La diferencia entre los recursos renovables y los no renovables es la velocidad con la que el sistema los puede reciclar, o dicho de otra manera, la velocidad con que los procesos de las funciones ecológicas reciclan: el petróleo es no renovable porque tarda mucho más que el tiempo considerado como relevante para la economía; pero la madera, que también se puede usar como energía, sí lo es, porque un árbol puede regenerarse en un tiempo mucho más relevante en términos económicos.
¿Puede el hombre subsistir sin necesidad de los servicios que proveen los ecosistemas? Visiones recurrentes de la ciencia ficción establecen que la tecnología podría permitirlo; pero, ¿debemos hacerlo? La respuesta toca cuestiones éticas.
De aquí surge el concepto de capital natural. Existen elementos (tangibles e intangibles) que son durables y pueden generar flujos de beneficios. Como la naturaleza y sus funciones tienen esta propiedad, los economistas los han integrado a una nueva forma de capital distinta a la que crea el hombre; ese es el capital natural. Tiene las mismas características de ser un elemento durable, como un stock de peces, que año con año genera un excedente que es aprovechable. Si yo no sobre-pesco, puedo obtener de ese stock un flujo de beneficios a perpetuidad, mientras no cambien las condiciones ambientales. Esta es una manera de ver que si reducimos los ecosistemas (como cuando sacamos capital e intereses de nuestra cuenta de ahorros), al siguiente periodo el interés va a ser más bajo. Por lo tanto, cada hectárea menos de bosque va a implicar, para el siguiente ciclo, menos madera, menos captación de agua, menos ecoturismo, etcétera.
¿Hasta dónde podemos obtener beneficios antes de rebasar la capacidad de los ecosistemas? ¿qué pasaría si rebasamos esta capacidad, en términos de calidad de vida?
Para responder esto, el Dr. Roberto Enríquez ejemplificó con los servicios ecosistémicos que permiten la existencia de cultivos de ostión en la Bahía de San Quintín.
Identificó al menos cuatro de estos servicios. El primero permite la alimentación de juveniles en sartas; el segundo, desechar los residuos de metabolitos de la bahía; el tercero evita la contaminación en el fondo, y el cuarto mantiene las artes de cultivo en un ambiente protegido.
En el primero intervienen procesos marinos como las surgencias, que llevan nutrientes a la costa y permiten la productividad primaria, misma que luego es acarreada por mareas y corrientes al interior de la bahía; en el segundo, cada ciclo de marea saca los residuos y permite la entrada de agua limpia a esa laguna costera.
En el tercero, la fauna que vive en el fondo de la bahía, gusanos poliquetos, principalmente, reciben la materia orgánica en suspensión y los residuos, y la transforman de manera que no sea tóxica ni para los ostiones ni para el sistema. Finalmente, la barra de arena rompe la energía del oleaje y protege los cultivos.
¿Cuánto costaría el proveer estos servicios artificialmente? Alimentarlos hasta la engorda; un sistema de bombeo que recicle el agua; la limpieza del sistema, y anclajes que permitan a las sartas resistir la energía del oleaje.
No solamente se reducirían las utilidades y, en consecuencia, la calidad de vida de los ostricultores, sino que no habría ostricultura, concluyó.

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